Infecciones respiratorias: causas, síntomas y claves para su prevención

Infecciones respiratorias: causas, síntomas y claves para su prevención

Las infecciones respiratorias abarcan un amplio espectro de enfermedades que pueden afectar tanto las vías respiratorias superiores (nariz, faringe, laringe) como las inferiores (bronquios, pulmones). Debido a su alta prevalencia, representan una causa importante de morbilidad y mortalidad a nivel global, sobre todo en poblaciones vulnerables como niños pequeños, personas mayores o pacientes con enfermedades crónicas. 

En muchos países, los sistemas de salud enfrentan la carga de hospitalizaciones, uso de antibióticos y tratamientos prolongados que podrían evitarse con intervenciones preventivas eficaces. Además, con la aparición de nuevos virus como el SARS-CoV-2 y variantes de otros virus respiratorios, la dinámica de estas infecciones ha cambiado, lo que exige vigilancia constante y actualización de estrategias (Long et al., 2024). 

Correo: dana.malips@gmail.com

Causas y agentes etiológicos

Las infecciones respiratorias pueden tener múltiples orígenes. Los virus son responsables de la mayoría de los casos, especialmente en las vías respiratorias superiores. Algunos de los más comunes incluyen los rinovirus, el virus respiratorio sincitial (RSV), influenza, adenovirus, metapneumovirus y coronavirus. Estos virus pueden variar en estacionalidad, virulencia, capacidad para evadir el sistema inmune y propagación en la comunidad. 

En cuanto a las infecciones bacterianas, éstas pueden presentarse como infección primaria o como complicación de una infección viral. Bacterias como Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae, Mycoplasma pneumoniae y Chlamydia pneumoniae con frecuencia están implicadas, sobre todo en infecciones del tracto respiratorio bajo, como neumonías. En muchos casos, los síntomas iniciales virales pueden debilitar las defensas locales, permitiendo que las bacterias colonicen o infecten más fácilmente. 

También hay agentes atípicos o menos comunes (hongos, parásitos) que pueden afectar a personas inmunocomprometidas, con enfermedades subyacentes o con exposición ambiental específica. El microbioma (particularmente el intestinal) también parece jugar un papel modulador en la severidad de infecciones virales respiratorias, sugiriendo que factores de salud general pueden influir en la susceptibilidad individual.

Transmisión y factores de riesgo

La transmisión de agentes infecciosos respiratorios ocurre principalmente por gotitas liberadas al toser, estornudar o hablar, así como por aerosoles más finos que podrían permanecer suspendidos en el aire bajo condiciones de mala ventilación. También es relevante el contacto indirecto a través de superficies contaminadas (fómites). Estos mecanismos han sido objeto de estudio reciente, especialmente en contextos como transporte público o espacios cerrados, donde la ventilación y el uso de mascarillas pueden reducir significativamente el riesgo de propagación. 

En cuanto a factores de riesgo, destacan la edad (los extremos de la vida: menores de dos años y mayores de 65), comorbilidades como enfermedades respiratorias crónicas (asma, EPOC), enfermedades cardíacas, inmunodeficiencias, y condiciones ambientales adversas como contaminación, exposición al humo de tabaco o casas con mala ventilación. La nutrición desempeña un rol importante: estados de desnutrición o deficiencias micronutricionales reducen la capacidad del sistema inmune para responder eficazmente. Asimismo, tras periodos de restricciones sanitarias (como durante la pandemia de COVID-19), se ha observado lo que algunos llaman “deuda de inmunidad”, es decir, menor exposición a patógenos que puede hacer que la población sea más susceptible cuando las restricciones se alivian. 

Síntomas clínicos

Los síntomas dependen del agente, la localización de la infección (vías altas o bajas), la intensidad de la infección y la situación inmunológica del paciente. En infecciones leves o moderadas de vías altas, típicamente se observará congestión nasal, secreción nasal (rinorrea), estornudos, dolor o irritación de garganta, tos seca o productiva, fiebre de grado variable, fatiga, dolor muscular, cefalea. En niños, también puede haber dificultad para alimentarse o irritabilidad.

Cuando se trata de vías respiratorias bajas, pueden presentarse síntomas más severos: disnea (dificultad para respirar), sibilancias, sensación de opresión torácica, fiebre alta, taquipnea, respiración trabajosa, hipoxemia, e incluso cianosis en casos graves. En pacientes con enfermedades pulmonares previas, estos síntomas suelen exacerbarse y el curso puede complicarse con neumonía, insuficiencia respiratoria o necesidad de hospitalización. La presentación en ancianos puede ser atípica, con menor fiebre, síntomas más difusos como confusión, debilidad o caída del estado general. 

Diagnóstico

El diagnóstico comienza con una evaluación clínica detallada: historia del paciente, duración de los síntomas, factores de riesgo, exposición reciente, señales de alarma (como dificultad para respirar intensa, saturación de oxígeno baja). En la exploración física, la auscultación pulmonar puede revelar crepitantes, sibilancias o disminución de los sonidos respiratorios. 

Las pruebas de laboratorio ayudan a determinar el agente y guiar el tratamiento. Entre estas, se utilizan cultivos bacterianos de esputo, pruebas rápidas de antígenos (especialmente para virus como influenza, RSV), PCR para detectar material genético viral, hematología para estimar respuesta inflamatoria. En ciertos casos, se realizan radiografías de tórax o tomografía para valorar el compromiso pulmonar. En población pediátrica u hospitales, también puede haber uso de biomarcadores (como proteína C reactiva o procalcitonina) y evaluación del estado inmunitario si hay recurrencia o gravedad atípica.

Prevención

Para prevenir infecciones respiratorias, se requiere un enfoque múltiple que combine acciones a nivel personal, comunitario y de políticas de salud pública.

  • Vacunaciones: Son probablemente la medida preventiva más costo-efectiva. Vacunas contra influenza, virus respiratorio sincitial (donde estén disponibles), vacunas neumocócicas, y otras vacunas específicas según país. En particular, la vacunación infantil y de adultos mayores reduce de forma significativa hospitalizaciones y complicaciones. 
  • Higiene respiratoria e higiene de manos: cubrir la boca al toser o estornudar usando pañuelos desechables o el pliegue del codo; lavado frecuente de manos con agua y jabón o uso de desinfectantes a base de alcohol; evitar tocarse la cara con las manos sucias. 
  • Uso de mascarillas y protección en ambientes cerrados: En épocas de brotes o en lugares con alta transmisión, el uso de mascarillas bien ajustadas ayuda a reducir la dispersión de gotitas y aerosoles. Mejorar la ventilación natural o mecánica, evitar aglomeraciones, promover espacios al aire libre. 
  • Medidas específicas para poblaciones vulnerables: Identificar personas con riesgo elevado para ofrecer profilaxis (por ejemplo, anticuerpos monoclonales en ciertos casos de RSV), seguimiento médico estrecho, intervención temprana para comorbilidades. En niños con infecciones recurrentes, evaluar posibles causas subyacentes (inmunodeficiencias, anomalías anatómicas). 
  • Mejoras ambientales y en estilo de vida: reducir exposición al humo de tabaco; controlar calidad del aire (evitar contaminación, uso de purificadores si es viable); mantener buena nutrición; promover actividad física; asegurar que las viviendas cuenten con ventilación adecuada. Algunas evidencias recientes apuntan además al papel de los probióticos en modulación inmunitaria y posible reducción de episodios infecciosos respiratorios, aunque se requieren más estudios para recomendaciones concretas. 
Importancia del seguimiento y la educación

Una vez realizada una infección respiratoria, es esencial el seguimiento adecuado para valorar recuperación, evitar complicaciones (como neumonía secundaria, daño pulmonar) o detectar patrones de recurrencia. La educación del paciente es clave: que conozca los síntomas de alarma que requieren atención médica, la importancia de la adherencia a tratamientos y medidas preventivas, y entender su propio nivel de riesgo según edad y condiciones asociadas.

También la salud pública debe jugar un rol activo: vigilancia epidemiológica para detectar brotes, comunicación clara, programas de vacunación accesibles, políticas que mejoren calidad del aire, control del tabaco, y medidas de respuesta rápida en pandemias.

En resumen, las infecciones respiratorias continúan siendo un desafío sanitario global. La combinación de múltiples agentes etiológicos, diversos factores de riesgo y modos de transmisión hace que no exista una única solución; se necesita una estrategia integral que incluya prevención (vacunas, higiene, ambientes saludables), diagnóstico temprano y tratamiento adecuado. Las poblaciones vulnerables requieren atención particular. Fortalecer los programas preventivos, invertir en educación sanitaria y asegurar acceso a las medidas básicas son pasos fundamentales para reducir la carga que estas infecciones representan.

Referencias: