Más que brindis: identificar riesgos y consecuencias del alcohol

Más que brindis: identificar riesgos y consecuencias del alcohol
26 Sep 2025 / by Dana Morales in Consumo

El consumo de alcohol forma parte de muchas tradiciones sociales, pero cuando su uso deja de ser controlado y entra en una zona “no saludable”, comienzan a aparecer riesgos profundos que muchas veces no se reconocen hasta que el daño ya está avanzado. Identificar ese punto de inflexión es clave para prevenir consecuencias graves.

Correo: dana.malips@gmail.com

Una de las primeras señales de que el consumo se ha vuelto problemático es cuando la persona se encuentra bebiendo más de lo que planeaba o durante más tiempo del previsto. También es frecuente que haya intentos fallidos de reducir o controlar el consumo, a pesar de querer hacerlo, o que aparezca un “craving” intenso; un deseo fuerte e incontrolable de beber. Es preocupante cuando se continúa ingiriendo alcohol a pesar de saber que está causando daño en ámbitos personales, sociales o laborales. A esto se pueden sumar dos fenómenos clásicos: tolerancia (necesidad de cantidades cada vez mayores para lograr el mismo efecto) y síntomas de abstinencia al interrumpir el consumo.

Desde el punto de vista médico, también podemos apoyarnos en biomarcadores para detectar consumo nocivo incluso cuando un  paciente no reconoce el problema. 

En sangre se pueden medir enzimas hepáticas como AST (aspartato transaminasa) y ALT (alanina transaminasa), la gamma-glutamil transferasa (GGT), el volumen corpuscular medio (MCV) y la transferrina deficiente en carbohidratos (CDT), aunque cada una de estas pruebas tiene limitaciones en sensibilidad o especificidad. Biomarcadores más recientes, como el etil glucurónido (EtG), el etil sulfato (EtS) o los ésteres grasos etílicos (FAEEs), permiten detectar alcohol incluso días después del consumo moderado o episódico. 

Si el patrón nocivo continúa, las consecuencias pueden abarcar múltiples órganos y sistemas. En el hígado, puede iniciarse con hígado graso alcohólico, progresar a hepatitis alcohólica y eventualmente desembocar en cirrosis. 

En el sistema digestivo surgen riesgos de gastritis, úlceras, daño pancreático e incluso cánceres del esófago, estómago, colon y otros órganos del tubo digestivo. En lo cardiovascular, el alcohol habitual puede inducir hipertensión, arritmias, insuficiencia cardíaca o cardiopatía isquémica. En el sistema nervioso y psiquiátrico se pueden presentar deterioro cognitivo, demencia, trastornos del estado de ánimo (depresión, ansiedad), cambios del sueño, y dependencia neuroquímica. 

Además, el consumo persistente debilita el sistema inmune, incrementando la susceptibilidad a infecciones. También hay efectos colaterales: mayor riesgo de accidentes, violencia, suicidio, problemas sociales y familiares.

La relación entre alcohol y cáncer es especialmente relevante: el alcohol se metaboliza a acetaldehído, sustancia con capacidad carcinogénica que puede dañar el ADN y favorecer mutaciones. Incluso niveles moderados de consumo aumentan el riesgo de cáncer de mama, de colon, de esófago, entre otros. En cuanto al sistema cardiovascular, aunque algunos estudios apuntan a posibles efectos protectores con consumo leve (1–2 bebidas al día), la evidencia es controvertida, y no existe consenso en que algún nivel de consumo sea realmente inocuo. 

Cuando el daño aún está empezando, los síntomas pueden ser sutiles. La persona puede comenzar a beber “para quitar el estrés” o como hábito diario, incluso si antes lo hacía ocasionalmente. La tolerancia aumenta, por lo que necesita más cantidad para lograr el mismo efecto. Puede haber alteraciones leves de memoria o atención, insomnio o cambios del ánimo como irritabilidad o ansiedad. Aparecen síntomas gastrointestinales recurrentes: malestar estomacal, digestión lenta, náuseas. También puede manifestarse cansancio inusual, fatiga persistente, sensación de pesadez o malestar general leve que no mejora con descanso.

 En algunos casos ya pueden observarse alteraciones en pruebas de función hepática o signos incipientes de hipertensión, palpitaciones o taquicardia leve. Si la persona intenta disminuir el consumo, podrían aparecer ligeros síntomas de abstinencia como temblor, sudoración o inquietud.

Detectar estos indicios en etapas tempranas es vital para actuar a tiempo: el abordaje puede incluir asesoría médica, apoyo psicológico, moderación o cesación, y seguimiento con pruebas objetivas. Un diagnóstico oportuno puede evitar que se instalen lesiones irreversibles y mejorar la calidad de vida.

Referencias