El Trastorno de Ansiedad Generalizada (GAD, por sus siglas en inglés) se caracteriza por una preocupación excesiva y persistente, que se mantiene la mayor parte de los días durante al menos seis meses. Esta preocupación no se limita a un solo objeto o situación, sino que abarca múltiples aspectos de la vida: desempeño laboral o académico, salud propia o de familiares, finanzas, etc.
La interferencia que genera en la vida diaria puede variar desde moderada hasta grave: se estima que aproximadamente el 32,3 % de los adultos con GAD presenta una discapacidad seria.
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Síntomas y Manifestaciones
Las manifestaciones del GAD pueden dividirse en dos grandes grupos: psíquicas y físicas.
En el plano psicológico se observa inquietud, dificultad para controlar los pensamientos de preocupación, sensación de estar al borde, irritabilidad y problemas de concentración.
En el plano físico se suelen presentar síntomas como tensión muscular, alteraciones del sueño, fatiga, polución de ideas, sudoración, temblores o molestias gastrointestinales.
Además, los estudios recientes muestran que el GAD puede asociarse con alteraciones cognitivas leves, como enlentecimiento del procesamiento, dificultad en la atención o inhibición, lo que incrementa su carga.
Factores de Riesgo y Epidemiología
El GAD afecta aproximadamente al 2,7 % de los adultos en EE.UU. en un año determinado, con una tasa de por vida cercana al 5,7 %. Las mujeres presentan una prevalencia mayor que los hombres (3,4 % vs. 1,9 %).
En cuanto a los factores de riesgo, se han identificado elementos genéticos, temperamento de inhibición comportamental, alto nivel de nerviosismo (neuroticismo) y antecedentes de estrés o trauma en la infancia.
También es habitual la comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos (como depresión o fobias) y enfermedades físicas crónicas (como hipertensión, migraña, trastornos gastrointestinales).
Diagnóstico
El diagnóstico suele basarse en los criterios establecidos en el DSM‑5: ansiedad y preocupación excesivas la mayor parte de los días durante al menos 6 meses, dificultad para controlar la preocupación, presencia de al menos tres síntomas (en adultos) como inquietud, fatiga, dificultad de concentración, irritabilidad, tensión muscular o alteración del sueño.
Una herramienta práctica para la evaluación es el cuestionario GAD‑7, un instrumento de 7 ítems que permite estimar la probabilidad de GAD y monitorizar su evolución. Por ejemplo, con un umbral de 8 puntos, tiene sensibilidad del 92 % y especificidad del 76 %.
Tratamiento
El enfoque terapéutico óptimo combina psicoterapia y farmacoterapia. La Terapia Cognitivo‑Conductual (TCC) se considera de primera línea para adultos con GAD, presentando efectos moderados a grandes en estudios recientes.
En cuanto a la farmacoterapia, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN) son preferidos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) también recomienda la TCC y los ISRS para GAD en adultos.
El tratamiento farmacológico suele mantenerse entre 6 y 12 meses, y en algunos casos, a largo plazo.
Impacto en la Salud Pública y Recomendaciones para Pacientes
El GAD representa una carga significativa para la salud pública, al asociarse con discapacidad, mayor uso de servicios sanitarios y empeoramiento de la calidad de vida. Por ello, la detección temprana, la intervención oportuna y el seguimiento son fundamentales.
Para los pacientes, se recomienda:
- Buscar ayuda profesional si la preocupación interfiere en la vida cotidiana.
- Adoptar hábitos de vida saludables: buen sueño, ejercicio regular, evitar consumo excesivo de cafeína o sustancias estimulantes.
- Considerar la TCC como opción efectiva y sostenible.
- Estar dispuesto al seguimiento y ajuste del tratamiento farmacológico según resultados.
El trastorno de ansiedad generalizada es un problema clínico relevante que va más allá de la “preocupación común”. La combinación de síntomas psíquicos y físicos, su cronicidad y la posibilidad de comorbilidades lo convierten en un reto terapéutico. No obstante, la evidencia actual muestra que intervenciones bien establecidas como la TCC y los ISRS/IRSN permiten un tratamiento eficaz. Con una detección temprana y un abordaje integral, es posible reducir su impacto en la vida de las personas.
Referencias