La Inteligencia Artificial de a poco o mucho ha sido una ayuda inevitable para el desarrollo de muchas empresas. Su participación ha causado un gran crecimiento en cuanto a la implementación de nuevos conocimientos y habilidades que faciliten las tareas del ser humano. Sin embargo, su adaptación implica una capacitación de su personal en cuanto a su uso ético.
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Aunque su llegada representa un miedo inevitable por el reemplazo de la fuerza de trabajo humano, es importante aclarar el valor de la IA y el equilibrio que debe existir para la transformación a una nueva realidad.
Debemos aclarar en primera instancia que la IA no representa una amenaza para la fuerza de trabajo, pues su implementación se crea con el fin de mejorar el tiempo en las tareas rutinarias de los seres humanos para delegarlas a la tecnología y a su vez crea actividades únicas y exclusivas para la fuerza de trabajo humana.
De igual modo, conforme a la utilización de esta herramienta de vanguardia por parte de las empresas, se plantean dilemas tanto éticos como sociales debido a que es necesario asegurar la existencia de la equidad, transparencia y respeto de la privacidad de datos.
Esto también resulta importante, pues evita que las empresas se sientan amenazadas por un posible ciberataque. También es imprescindible que las empresas mantengan una cultura organizacional e implementación de medidas de seguridad.
Entonces, es inevitable evitar el crecimiento en los cambios tecnológicos que cada vez se vuelven parte indispensable de nuestros días, de manera profesional, personal, etc. Pero es importante aclarar el enfoque que este representa, aclarar el equilibrio que debe existir y sus limitaciones.